martes, 17 de abril de 2012

Siempre conmigo

No, no puedo hacerlo. No puedo seguir escribiendo en tercera persona, alejando todo de mi. Es hora de dar la cara. Es hora de enfrentarme a la realidad, sin esconderme detrás de nadie. Cara a cara con el dolor.

Tras eso, borró el párrafo que tenía ya escrito, y se enfrentó de nuevo a la pantalla en blanco, y esta vez sin intermediarios tras los que ocultarse.

No puedo evitar que se me escapen las lagrimas al recordar momentos contigo. Todos los juegos, la piscina, la historia de la bala de la guerra, que a todos nos encantaba escuchar una y otra vez. Yo tuve suerte, fui la que más años pasó contigo. Quizá por eso ahora te echo tanto de menos. Por eso el sentimiento de pérdida, el saber que ya no estás me ahoga, no me deja dormir, no me deja respirar.

La distancia que nos separaba no te hizo nunca menos importante para mi. Esa misma distancia que en el último momento nos jugó una mala pasada. No pude estar contigo. Hace casi un año me dijeron que ahora estarías siempre conmigo, y duele, pero deseo con toda mi alma que sea verdad, que no me dejes nunca. Porque para mi, tu siempre estarás. En cada partido de tu equipo, en las notas y la letra del himno que un día me enseñaste, en cada película del oeste de la tele...

Da igual el tiempo que pase, nunca dejarás de ser quien fuiste para mi. Ni un año, ni un millón te borrarán nunca de mi memoria, ni cambiarán la parte de mi que tú ayudaste a construir. 
Nunca te dejaré de querer.

jueves, 8 de marzo de 2012

Heridas

Observó como una gota de sangre corría por su brazo. Era solo un rasguño, hecho por las prisas al subir las escaleras, para encerrarse cuanto antes en su habitación, ese único lugar en el que podía sentirse a salvo. 


No, ella no pensaba en la herida de su brazo, pensaba en otra, mucho más profunda. Una que creía cerrada mucho tiempo atrás, y que hubiese dado lo que fuese por que no volviese a abrirse. 
Mientras curaba su arañazo pensaba en lo distintas que podían ser las heridas. La física sabía que no duraría mucho, pero la otra... Se daba cuenta de lo mucho que le dolía, y que tardaría en sanar mucho más de lo que había imaginado. No creía que fuese tan malo, algún día acabaría cerrándose. 
O al menos eso había creído siempre... Hasta esa noche. 
Hasta que él había reabierto esa brecha en su alma. No se daba cuenta de cuánto daño le había hecho, no se imaginaba lo herida y traicionada que ella se sentía. 
La estabilidad había llegado con el tiempo, y con el tiempo, ella bajó sus defensas. No pensó que el peligro podría no haber pasado, y que él aún podía herirla de ese modo.
Había dejado atrás ese muro que tanto le costó construir, que, aunque a veces parecía de papel, la defendía. Se había creído a salvo entre sus brazos. 
Ese había sido su error. Y ahora lo iba a pagar caro.

Apenas habían pasado apenas unas horas, pero su visión de él había cambiado. No podía verlo igual. Antes moría por sentir el roce de su piel, por descansar en su abrazo. Ahora solo sentía el deseo de correr, de alejarse de él, y del mundo, de esconderse.
Hubiese dado lo que fuese por volver atrás, por borrar las últimas horas, esas que amenazaban con acabar con la felicidad que tanto le había costado conseguir.

Con la mirada clavada en la ventana, no podía dejar de sentir esa herida y se preguntaba cuánto costaría cerrarla esta vez, deseando que el precio a pagar no fuese tan alto como temía.

miércoles, 25 de enero de 2012

Hacia arriba

Los dedos de sus pies ya rozaban el suelo.
Tocaba fondo. No lo admitía. Pero lo intuía.

Y en ese momento, una ráfaga de viento fresco. Deja de mirar el fondo, para descubrir el cielo sobre su cabeza 
Ya no caía.
 Ahora por fin, volaba. 

sábado, 21 de enero de 2012

¿Por cuánto más?

Tumbada en la cama, con la vista clavada en el techo, lejana y ausente. En el despertador los minutos seguían pasando.

Como siempre, mil ideas la rodeaban, y, por mucho que lo necesitase, no dormía. 
Eran ataques a su cerebro, a lo que creía... A sus sentimientos.
O quizá no. Tal vez no era lo que creía, sino lo que quería creer. Tenía su castillo, un castillo fuerte, resistente. Pero ese castillo comenzaba a tener grietas, se venía abajo por momentos, a pesar de sus esfuerzos por mantenerlo en pie, a pesar de ello mentirse a si misma por sostenerlo un poco más.
¿Cómo había llegado hasta allí? Ella, que se juró no permitirse nada igual, que se prometió no mentirse, no dejarse llevar hasta el punto de no poder salir impune de aquello.
Pero los sentimientos son traicioneros, y ella lo está descubriendo poco a poco. La hacen llegar mucho más lejos de lo que nunca se creyó capaz. Y llegando más lejos la traen hasta este punto, esta situación desconocida. Lo que ha aprendido antes no le sirve ahora, esto es completamente nuevo, y requiere una solución nueva.
No la encuentra. Ese es el principio y el fin de sus pensamientos: la solución. 

Gira lentamente la cabeza, y su mirada se clava en la persona que duerme a su lado. Él es la solución, de hecho, él es todas las soluciones posibles, ella lo sabe, está segura.

Vuelve a mirar al techo. Sabe que aún le quedan muchas horas hasta ver amanecer. Horas que pasará en silencio, pensando en qué resbaladiza solución es la correcta. 
No puede perder tiempo, las cosas hasta ahora han seguido funcionando pero...